Talía Moreno Zulueta/Articulista/Académica
Los atlas de riesgo son herramientas fundamentales para la gestión de desastres naturales y la planificación territorial, ya que permiten identificar, evaluar y visualizar de manera detallada las zonas más vulnerables ante diversos tipos de amenazas. En un país como México, que está expuesto a una amplia gama de riesgos debido a su extensión y su ubicación geográfica, el uso de estas herramientas podría marcar la diferencia en la prevención y mitigación de los efectos de desastres e inclusive, disminuir drásticamente la pérdida de vidas humanas. Sin embargo, a pesar de sus claros beneficios, su utilización en nuestro país sigue siendo limitada, ente el desconocimiento de las autoridades mismas y de la población en general y no está lo suficientemente integrada en los procesos de toma de decisiones a nivel local, estatal y nacional.
En México se destacan los terremotos, huracanes, inundaciones, deslizamientos de laderas, sequías, y incendios forestales. Además, el cambio de uso del suelo, el calentamiento global y la actividad industrial han aumentado la exposición de las poblaciones a estos riesgos. En este contexto, los atlas de riesgo son herramientas esenciales para abordar la vulnerabilidad, ya que permiten identificar zonas para atender en caso de que algo suceda, lo que facilita la planificación de políticas públicas y la implementación de estrategias de protección civil.
Actualmente existen estos instrumentos tanto a nivel federal como estatal. Un ejemplo destacado es el Atlas Nacional de Riesgos (ANR), desarrollado por la Secretaría de Gobernación a través del Centro Nacional de Prevención de Desastres (CENAPRED). Éste tiene como objetivo proporcionar información geoespacial sobre las amenazas naturales y antropogénicas en el país, lo que permite tomar decisiones informadas en cuanto a la prevención de desastres y la protección de la población .En cuanto a las entidades federativas también han desarrollado sus propios atlas de riesgo para abordar problemáticas tanto regionales como locales.
Y es que, bajo este principio de las alertas tempranas, la actuación anticipada y el conocimiento de la población sobre cómo enfrentarse ante alguno de los fenómenos antes mencionados, fortalecería de manera increíble la capacidad de respuesta tanto colectivo como a nivel individual. Por ello, es de suma importancia la preparación y educación en materia ambiental desde la niñez.
